Sociedad líquida: individuos solitarios, una libertad sin mundo.

Este año ponemos la mirada en la Sociedad líquida, una visión en la cual han cambiado las relaciones de amor, de trabajo, de familia y se ha volatizado el encuentro de cuerpos en el espacio. La ironía de tener al alcance de la mano, por primera vez, libertad e independencia, pero con una ausencia de mundo.

En la Modernidad líquida, lo moderno significa la ruptura con los lazos que atan a la estabilidad, la fijeza y la permanencia. En la Modernidad líquida todo es pasajero, móvil, transitorio y, por ende, vulnerable, frágil e inconsistente. El estado protector, el pensamiento colectivo, la estabilidad laboral y los caminos de las utopías del progreso, dieron paso a un individualismo sin sociedad, a un consumismo inconsecuente, a una inestabilidad laboral y a una incertidumbre del futuro. El trabajo, la familia, las relaciones sociales y afectivas y el conocimiento se rigen por la indeterminación y la inconstancia.

Pero el cine ha sido, paralelo a la licuefacción que produce el capital en todos los órdenes, un arte del flujo por excelencia. El cine ha tomado el flujo de las imágenes y nos permitido entrar hasta los secretos del tiempo. El relato del cine va hacia atrás y hacia adelante, haciendo danzas de identidad antes del derrumbe y desaparición del tiempo con la muerte. A pesar de la solidez de los guiones de hierro, el cine interpreta las estructuras desde “los mil ojos” de los puntos de vista, que pone la atención en donde fluyen las verdades innumerables de la existencia humana. El cine, un arte del flujo, es lo que nos permitirá entender tal vez esta realidad líquida del mundo contemporáneo.

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