“Todo es de la tierra. Cada segundo de nuestra existencia dependemos de ella y no tenemos ni un segundo para agradecerle.”
La sombra de las montañas en el horizonte dando paso a la noche abierta y estrellada desde la Urbanización Pie de Monte, generaron un escenario propicio para el Ritual del fuego interior realizado por Abadio Green Ajq’ij Maya (Sabedor de los calendarios Maya) de la comunidad Gunadule.
El fuego empezaba a arder, se recogían las velas y frutas de los asistentes, se compartían esencias y se perfumaba el ambiente con sándalo. Según el calendario lunar este día es dedicado a la Madre Tierra, un ritual para agradecer y pensar lo que significa la tierra, la invitación a un viaje para recordar, un viaje hacia nosotros mismos. “La tierra escucha si le bailas, si le cantas” dice Abadio.
Estando todos de pie, inicia el ritual saludando los puntos cardinales, primero el oriente rojo donde nace el sol; luego el occidente negro que representa la oscuridad y el conocimiento; después el norte blanco que representa a los abuelos; seguido por el sur amarillo que representa el agua.
Saludamos al fuego y a nuestros propios corazones para continuar el ritual abrazando la tierra, juntando las manos desde los dedos del medio y creando espirales desde el suelo para levantar las manos al cosmos, respirar profundo para liberar las toxinas del cuerpo y adquirir la energía de la tierra. El cosmos pareció responder al dejar ver una estrella fugaz por la cual Abadio agradeció señalando que era una muy buena señal.
Con la energía de la tierra en nuestras manos aprendimos a abrazar al otro desde el corazón, sintiendo los latidos propios con la mano derecha y los del otro con la mano izquierda. Yo soy tu, tu eres yo. “Somos la misma raza, la humanidad. Todos somos importantes y venimos a agradar a la madre tierra, esa es la misión de los seres humanos.”
Para terminar el ritual se encendieron velas manifestando una intención, un compromiso con la madre tierra y una a una fueron siendo arrojadas al fuego junto con semillas de cacao, para sanar y proteger. La reflexión y el compromiso quedó instalado en cada uno, ofrecer a la tierra lo mejor de nosotros, lo mejor que tenemos y reconocer que somos complementariedad, una telaraña, un tejido.