En el año 1945, cuando Mario Posada Ochoa comenzó a registrar en 16mm todos los momentos vividos con su familia, era imposible imaginarse que más de medio siglo después, esas imágenes se convertirían en una famosa película llamada 16 memorias.
Fue Camilo Botero Jaramillo quien, recién llegado de estudiar montaje en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en Cuba, se interesó por el archivo fílmico de la familia Posada, 50 latas de 1600 pies que, durante 4 meses, en la misma casa de Mario, Camilo se encargó de clasificar, recuperar y digitalizar.
En el cuarto día del Festival de Cine de Jardín, Camilo compartió con los asistentes a la conferencia “Cocreación fílmica: del archivo familiar a la creación cinematográfica” su experiencia recuperando el archivo de la familia Posada y el proceso por el que tuvo que pasar antes de entender que todo ese material reunido tenía la capacidad de convertirse en una película. “Mario registró en 25 años, 33 horas completas de la vida de su familia, en el proceso de recuperación yo seleccioné 6 horas de las imágenes que me producían algún tipo de sentimiento… después de eso vino una selección racional de 2 horas de imágenes, antes de pasar a crear la película”.
La realización de un guión, el montaje, el proceso experimental de sincronizar nuevos sonidos a lo que se veía en pantalla (todo el material era silente) y la musicalización, complementaron el trabajo que comenzó Mario Posada con su familia en los años 40. Después de 16 memorias, Camilo reconoce que sin buscar archivos, estos comenzaron a llegar a él. Primero fueron los 11 minutos que Patrimonio Fílmico tenía en su poder y que se convirtieron en el documental La Gorgona, historias fugadas. Luego vino el documental de la Madre Laura, con imágenes en 16mm encontradas en el mismo convento y que narraban parte de la misión de la santa. Después, Camilo volvió a los archivos familiares con la familia Pedraza, un registro realizado entre 1954 y 1973, en proceso de convertirse en el cortometraje Postales. Actualmente se encuentra recuperando el archivo de la familia Ochoa, registro en 8mm realizado entre los años 1936 y 1973.
Todo este proceso para Camilo es una cocreación de historias, pues fueron ellos, visionarios en su época quienes tomaron una cámara y comenzaron a registrar sus vivencias y todo lo que sucedía en su entorno. Ahora, él lo que hace es darle una nueva vida a ese trabajo. “Cuando se rescata un archivo, vale la pena ir más allá, encontrar otras maneras de contarlo para que no quede otra vez en el olvido” concluye Camilo “ese proceso debe hacerse con respeto, haciendo una lectura cuidadosa que permita encontrar la voz interna de cada archivo”.